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Esta obra se abre con una introducción histórica, no heleno ni eurocéntrica, en la que se reinterpretan los sistemas éticos en la historia mundial, hasta situar la problemática en la Modernidad dentro del sistema-mundo como proceso de globalización que simultáneamente excluye a la mayoría de la humanidad.
En la primera parte se aborda una crítica a las morales formales (Kant, Rawls, Apel, Habermas) desde un principio material o de contenido con pretensión de universalidad; el deber de producir, reproducir y desarrollar la vida humana en comunidad. El principio de factibilidad ética, por su parte, permite que el cumplimiento del acto, institución o sistema de eticidad pueda tener la pretensión de bondad.
En la segunda parte, desde la imposibilidad de que dicho acto, institución o sistema de eticidad «buenos» pueda tener pretensión de perfección acabada, se descubren los que «sufren» en su corporalidad vulnerable la imposibilidad de vivir, el hecho de ser excluidos. Se trata de las víctimas, al decir de Marx, Horkheimer, Benjamin, Nietzsche, Freud o Lévinas. Desde las víctimas comienza propiamente el discurso de la Ética de la Liberación, en su nivel negativo material (deben poder vivir), en el principio discursivo crítico (deben poder participar en la argumentación), todo lo cual culmina en el principio crítico negativo de la factibilidad: el principio-liberación que inspira las transformaciones con pretensión de justicia.
Este relato se propone —de manera todavía parcial, inicial e indicativa— exponer una posible historia de la política, la historia de los pueblos, que son los actores políticos, y el pensamiento o la filosofía política que los ha inspirado. Por lo general, estas historias siguen dentro de ciertos marcos que las limitan. Romper estos marcos, de-struirlos o de-construirlos para componer un relato sobre nuevas bases, esto es, desde otro paradigma histórico, es el propósito frontal de este libro.
El primer límite que es preciso superar en las filosofías políticas en boga es el helenocentrismo, el olvido de que las palabras fundamentales de la política griega tienen un origen no griego. En segundo lugar, el occidentalismo, que no advierte la importancia del mundo bizantino para los inicios de la Modernidad política. El tercer límite es el eurocentrismo de las filosofías políticas, que obvian por desprecio o ignorancia todo lo alcanzado práctica o políticamente por otras culturas. A estos límites se añaden otros: la periodificación de la historia según los criterios europeos, el secularismo tradicional de las filosofías políticas, el colonialismo teórico de éstas en los países periféricos, y finalmente, límite no menor, la exclusión de América Latina cuando se indagan los orígenes de la Modernidad.
No habría que leer esta historia como un relato más, sino como un contra-relato, como un relato de una tradición anti-tradicional. Como un buscar lo no dicho y lo no investigado en lo ya dicho. El «decir» de la corporalidad sufriente de los «condenados de la Tierra» es su punto de partida.